Opinión

Los "foramontasnos" de Víctor de la Serna / Por Manuel Rico

Río Saja (Cantabria), uno de los más bellos rincones de la ruta
photo_camera Río Saja (Cantabria), uno de los más bellos rincones de la ruta
Entre 1953 y 1955, Víctor de la Serna escribió una serie de artículos para un diario madrileño en la que contaba su experiencia viajera por las tierras que van del norte de la vieja Castilla-León hasta los pequeños puertos ribereños de Asturias o Cantabria. Era el trayecto que siglos antes realizaron los "foramontanos". ¿Quiénes eran?

"Era una emigración en masa de gentes de las estribaciones orientales de los Picos de Europa, donde están las Mazcuerras, hacia Bricia, Campóo y Saldaña. Bajan de Cabuérniga y Cabezón por la Braña del Portillo, hasta el nacimiento del Ebro, pasan cerca de Reinosa, y al penetrar en la llanura, se convierten en foramontanos".

 

Esa denominación, foramontanos, transcrita de los Anales del historiador Pérez de Urbel por Alfonso de la Serna en la nota preliminar, es el apoyo esencial a la trama que se desarrollará, en forma de libro viajero, en Nuevo viaje por España / La ruta de los foramontanos, de su progenitor Víctor de la Serna. Un libro extraño -al que accedí gracias a la información de mi buen amigo Pepo Paz- que nos envuelve, que nos lleva por caminos y parajes, a veces conocidos y a veces ignotos, que se despliegan en esa España en transición que enlaza Cantabria con la alta Castilla, una Castilla que en el tiempo en que Víctor de la Serna escribió sus distintos capítulos, a principios de la década de los cincuenta del pasado siglo, tenía por nombre, no sé si por capricho del franquismo, Castilla la Vieja. El libro se publicó por vez primera en 1955 y su contenido procedía de una colección de artículos que Víctor de la Serna elaboró, para el diario ABC, durante 1953 y 1954. La edición que manejo es, sin embargo, de 1998, y forma parte de una colección lamentablemente desaparecida, "Andar y ver", que para la editorial Maeva dirigía Luis Carandell.

 

 

Estamos ante el viaje reposado, el viaje lleno de anécdotas en el que, gracias a la palabra, se mezclan paisajes, gastronomía, reflexiones sobre la vida y sobre la muerte, y sobre todo, nos adentramos en lugares que el lenguaje literario convierte en mágicos. Víctor de la Serna desciende desde el norte marino a la Castilla profunda, desde los valles empozados en humedales eternos y en cortinas de niebla de Asturias o Cantabria, a las llanuras de horizontes ilimitados y cielos de un azul insobornable, de Palencia o Burgos. Las aldeas insignificantes, las Castilla navegable en busca de un mar imposible, las cumbres que toman por nombre Peñas de Europa y por apellido el asturiano Bulnes, las industrias elementales perdidas en cualquier vallecillo de León o de la Palencia norteña, los viejos seminarios, los montasterios, los ríos de montaña (Nalón, Narcea, Pigüeña) y los gigantescos e inabarcables Duero o Ebro. Víctor de la Serna proyecta sobre las tierras y las gentes de esa España híbrida la mirada del periodista, sin duda. Pero también la del escritor que es capaz de captar el más profundo temblor en un paisaje ("el chopo sale a dar sombra a los caminantes desde los bordes de las carreteras, y no es destrozón como su compañero de camino, el olmo, que se mete a veces hasta las casas y las tira") o la cotidianidad en movimiento que, a veces, nos pasa inadvertida ("A nuestra espalda ululan las sirenas de las fábricas de Palencia. Es la hora del descanso. Las carreteras empiezan a desflecarse en bicicletas. Los obreros vuelven a los pueblos cercanos. ¡Es el vivir!").

 

 
"El bosque de las martas", "El área de las sacras piedras", "Vergel bajo la lluvia", así titula De la Serna algunos de los capítulos del libro. Son puertas, invitaciones a sumergirnos en los territorios que en ellos se contienen. De Astorga a Valdeón, de Liébana a Bedoya. De Avilés a las "urbes" de León o Palencia. Los foramontanos fueron la emigración fundacional de la vieja Castilla, según Víctor de la Serna. Una Castilla que tuvo como puerto de mar, en aquellos años cincuenta, el de Santander, la sexta provncia de aquella región de vocación imperial.

 

Llanuras, montes, bosques y mar encuentran su complemento en las gentes que allí viven, que se cuelan en cada capítulo contempladas en su faenar de cada día: campesinos, ganaderos, comerciantes, obreros (en bicicleta), dependientes y dependientas de pequeñas tiendas... Que, además, testimonian un país y una época: la España de los años cincuenta del siglo XX. Un país en blanco y negro, sombrío, en el que, a veces, asoma una brizna de modernidad. Leamos una muestra: "Por ahí" -esribe Víctor de la Serna- "rifan Vespas. En Panes rifan novillas: una novilla suiza de un año, linda como una porcelana". La Vespa, importada del neorrealismo italiano. La novilla suiza, del primer aliento europeista surgido en el corazón de la dictadura de Franco.

 

El Nuevo viaje de España es un libro a leer. A viajar. Buscadlo en Internet porque está descatalogado desde hace trece años. Y si algún editor lee estas palabras, que se atreva a reeditarlo, que no duele.