Me he asomado al borde de la Tierra.
He visto su limite, mental y geográfico, la tierra se hace mar y el mar cielo.
Según te acercas, todo esta teñido por la misma luz, por el mismo tono iluminado entre nubes y sol. Hay grises, metálicos, profundos, negros descarados.
El verde es hoja y el de la hierba se hace árbol.
En ese océano, sumergido, he visto una explosión de vida y color, como los cromos. Flotando en esta costa, Antonio y Rosa me muestran las algas que pueblan sus vidas. Y es un espectáculo.
Entre grandes cintas pardas que te mecen, descubres pequeñas piscinas cubiertas de lechugas de mar verdes casi fluorescentes. Entre ellas otras rosas, grises, anémonas, ortiguillas, estrellas.
El agua fría lo justo, gracias al traje, es fresca.
Sigues buceando, flotando y mecido viendo una variedad de algas, de colores formas, tamaños y luces. Lechugas, Espaguetis y Ramallos de mar, Kombu, Meloalgas y otras.
El sol brilla dentro el agua como un halo dorado y con una fuerza que te dejan ver un ser azul rodeado de pequeñas caracolas de nácar, sobre una piedra sembrada de cintas, borlas de colores y Musgo de Irlanda.
Voy comiendo algas, probándolas según las recolecto. Una sabe a percebe, otra a judía verde. Hay una que huele a madera de sándalo o a lavanda. Hay mil maneras de cocinar estos vegetales marinos tan ricos en yodo.
Es curioso que no son salados, aunque nuestra mente los mezcle con el agua del mar.
Te acercas al precipicio y descubres que otro mundo te espera, lleno de luz y tranquilidad.
Hablo de las algas de Porto Muiños en A Coruña, no del mas allá.
He visto su limite, mental y geográfico, la tierra se hace mar y el mar cielo.
Según te acercas, todo esta teñido por la misma luz, por el mismo tono iluminado entre nubes y sol. Hay grises, metálicos, profundos, negros descarados.
El verde es hoja y el de la hierba se hace árbol.
En ese océano, sumergido, he visto una explosión de vida y color, como los cromos. Flotando en esta costa, Antonio y Rosa me muestran las algas que pueblan sus vidas. Y es un espectáculo.
Entre grandes cintas pardas que te mecen, descubres pequeñas piscinas cubiertas de lechugas de mar verdes casi fluorescentes. Entre ellas otras rosas, grises, anémonas, ortiguillas, estrellas.
El agua fría lo justo, gracias al traje, es fresca.
Sigues buceando, flotando y mecido viendo una variedad de algas, de colores formas, tamaños y luces. Lechugas, Espaguetis y Ramallos de mar, Kombu, Meloalgas y otras.
El sol brilla dentro el agua como un halo dorado y con una fuerza que te dejan ver un ser azul rodeado de pequeñas caracolas de nácar, sobre una piedra sembrada de cintas, borlas de colores y Musgo de Irlanda.
Voy comiendo algas, probándolas según las recolecto. Una sabe a percebe, otra a judía verde. Hay una que huele a madera de sándalo o a lavanda. Hay mil maneras de cocinar estos vegetales marinos tan ricos en yodo.
Es curioso que no son salados, aunque nuestra mente los mezcle con el agua del mar.
Te acercas al precipicio y descubres que otro mundo te espera, lleno de luz y tranquilidad.
Hablo de las algas de Porto Muiños en A Coruña, no del mas allá.