Opinión

Andersen visita Cádiz y Granada en su "Viaje por España" / M. Rico

Panorámica Alhambra de Granada. Foto de Malva Rico Zamora
photo_camera Panorámica Alhambra de Granada. Foto de Malva Rico Zamora
Entre septiembre y diciembre de 1862, el magistral narrador de cuentos danés Hans Christian Andersen recorrió España de norte a sur siguiendo la estela de otros grandes viajeros europeos. De ese recorrido alimentó el libro "Viaje por España" que escribió, ya en Dinamarca, un año después. Con Andersen visitamos Cádiz y Granada.
Medio siglo después de que la Pepa, la primera constitución liberal de nuestro país, se proclamara, un danés ilustre, Hans Chiristian Andersen visitó Cádiz. Lo hizo en barco, llegando desde Tánger. Pero no procedía de esa ciudad marroquí porque viniera de un largo viaje a países remotos. Venía de España. Tánger había sido un breve paréntesis, y Andersen estaba protagonizando, aquel año 1862, un viaje que inició el 4 de septiembre al cruzar, en diligencia, la frontera con Francia por la Junquera,  y que acabaría el 23 de diciembre atravesando los Pirineos hacia Biarritz.



Cuando llega a Cádiz ("Salía el sol, Cádiz se extendía ante nosotros, reluciente de blanca, con sus casas de tejados chatos que parecían esculpidas en tiza", escribe) ya había recorrido buena parte de nuestro país, había pasado a Gibraltar y a la antes mencionada ciudad de Tánger y desde allí, en una precaria embarcación ("La embarcación era de las muy pequeñas; se bamboleaba vigorosamente por el revuelto mar", escribió), regresaba a la península. Todo eso, y muchas más experiencias, nos la cuenta en su libro Viaje por España, escrito dos años después de su regreso a Dinamarca.

En él, nos internamos en una España contradictoria, capaz de la máxima belleza paisajística o arquitectónica y de la miseria más absoluta.  Pero Cádiz es para él algo distinto. Una ciudad carente de exotismo, normalizada, en la que destaca su Alameda  ("está bellamente situada y ofrece una hermosa vista sobre la amplia y despejada bahía"), su casino, al que califica de elegante, y unos contornos "increíblemente llanos; todo es arenas volantes, páramos y kilómetros de salinas". Pero Andersen no sólo está atento al paisaje: se emociona ante la presencia de la gente llana en las calles de la ciudad y se lleva alguna que otra sorpresa. Por ejemplo, al encontrar a un carpintero joven y "rubio como un nórdico, con mejillas sonrosadas y ojos azules", que procedía de un pueblo de Wurtemburgo e iba a casarse en la mismísima Cádiz. Una aparición extraña, casi inversosímil en aquel tiempo.



El escritor danés no hace reflexiones políticas, pero sí sociológicas. Y éstas, curiosamente, casi nos hablan de una ciudad europea, más cercana a las de su país de origen que a las de la España, todavía montaraz, inmune a la Ilustración, que estaba recorriendo. Para él "da la impresión de reinar aquí el orden y la limpieza, de ser una ciudad mercantil donde no hay más romance que el del mar o el de los hermosos ojos andaluces".

Días antes, Andersen había llegado, desde Málaga y en una achacosa diligencia, a Granada. Arribó a la ciudad de la Alhambra bien aleccionado por las lecturas de Washington Irving, de Gautier, de tantos otros célebres escritores de la época que habían recorriedo, en parte, España, y dispuesto a ser seducido por una ciudad que no le decepcionaría. Con Andersen paseamos junto al Darro y al Genil, entramos en la Cartuja y paseamos por el interior de la Alhambra para dejarnos cautivar (hay que situarse en su mirada, en su tiempo, en su procedencia) por la belleza del Patio de los Leones, de la Sala de Las dos Hermanas, o por la de los Abencerrajes.



Cuesta imaginar al autor de cuentos como La pequeña cerillera, La sirenita o El patito feo alejado de la frialdad del norte de Europa y conviviendo con una ciudad y unas gentes en las antípodas. Si Granada sería para Manuel Machado, casi un siglo después, "agua oculta que llora", para Andersen fue una ciudad de aguas musicales y delicadeza, una ciudad de gente abigarrada, con las calles llenas de hombres y mujeres de las más diversas procedencias (la visita coincide con la presencia, en viaje oficial, de la reina de España). Así nos describe a sus gentes en una plaza próxima a la Cartuja: "Ese día la plaza hallábase muy concurrida por ciudadanos y campesinos, soldados y gitanos. La nimación y el ajetreo cundían por todos lados: rebuznaban borricos, ladraban perros, un cantaor entonaba una copla con voz gangosa…".



Si Cádiz le sería indiferente, Granada lo enamora, le hace abandonar todo tipo de prejuicios e ideas preconcebidas y vivir con intensidad su realidad hasta experimentarla como "una ciudad de cuento", como "el mundo de las hadas de Las mil y una noches". Alojado en el alto de la Alhambra, en la "Fonda de los siete suelos", vive, además, el contraste entre el frío otoñal de la altura y el calor de una ciudad que, abajo, no acaba de desprenderse del verano. Y recorre los jardines del Generalife hasta "sentir el primer toque del invierno".

Nos despedimos de Hans Christian Andersen acompañándolo por el camino que desciende del Generalife a la ciudad: "En pronunciado declive baja la senda, en medio de una amalgama de arcilla, cal y guijarros, retorciéndose constantemente por entre los muros de la Alhambra y el abrupto corte de roca y algunos tramos están cubiertos de chumberas, que se precipitan en aluvión, como una cascada de gigantescas plantas de hoja espinosa".

Un fascinante Viaje por España del que sólo he dado cuenta, aquí, de dos estaciones o paradas. De su recorrido por dos ciuddes de Andalucía. Vendrán más experiencias de ese libro a enriquecer (la mirada del cuentista  danés es inagotable) este blog literario. Y viajero.