Opinión

¿Está la señora Oviedo?

Monumento a la Concordia, en la plaza del Carbayón de Oviedo.
photo_camera Monumento a la Concordia, en la plaza del Carbayón de Oviedo.
Una ruta interactiva por las esculturas de Oviedo, "una ciudad deliciosa, exótica, bella y peatonalizada", en palabras de Woody Allen.
Pues Oviedo unas veces está señora, otras señorita y otras princesa –no olvidemos que es la capital del Principado–, pero lo que siempre está es deliciosa y, desde luego, jovial.

Entre sus joyas visitables ofrece nombres tan sugerentes como el Palacio del Marqués de San Feliz (en la plaza de Daoíz y Velarde) o el Monumento a la Concordia: siete inmensos hombres y mujeres de bronce, diseñados por Esperanza d’Ors, que entrelazan sus brazos en señal de cooperación. Son la carta de visita del buen rollito que se respira en la ciudad y pueden ser el inicio para recorrer Oviedo de la mano de una improvisada Ruta de las Esculturas que empieza y termina donde más te convenga y es gratis.

Ya que estás aquí, en la Plaza del Carbayón, continúa esta oferta interactiva en la que la ciudad se puede tocar con La Maternidad, de Botero, y Los Asturcones, de Manolo Valdés, ambos en la plaza de la Escandalera.

En sus alrededores está el mítico teatro Campoamor, un inmenso culo –lo siento, es que es el Culis Monumentalibus, más de 7 toneladas de culo creadas por Úrculo– y la Casa del Termómetro, como se le conoce a este peculiar edificio cuya curva acristalada subraya la corriente racionalista que imperaba en la capital a comienzos del siglo pasado.

Baja por la calle Mendizábal hasta alcanzar la plaza Porlier, la Universidad y otro personaje inerte ideado por Úrculo: El regreso de Williams B. Arrensberg, o El viajero.
Aunque, para personaje por partida doble y triple, el top ten lo ocupa La Regenta-Ana Ozores que Clarín inmortalizó recorriendo las calles de Vetusta-Oviedo y que hoy ocupa un lugar de honor en la ciudad: un extremo de la plaza de Alfonso II El Casto, frente a la Catedral gracias a Mauro Álvarez.

El interior del templo merece la pena (este mes, puedes visitar el Museo, la Cámara Santa y el Claustro de lunes a sábado, de 10 a 13 h y de 16 a 18 h. Entrada: 2,5 euros. En el Tel.: 985 20 31 17) pero, si no llueve, baja por Cimadevilla y la plaza de la Constitución hasta nuestra siguiente parada: la plaza de Fontán, con sus casitas de colores, su mercado –lo siento, sólo hay puestecitos los jueves, sábados y domingos– y sus recovecos llenos de chigres. Mientras saboreas una sidra, mira a las Vendedoras del Fontán con todo el descaro que quieras –es una escultura de bronce– y la fachada barroca del Palacio del Marqués de San Feliz. 

Baja por marqués de Santa Cruz y Uría, cruza La Escandalera y asómate a la calle Milicias Nacionales para hacerte la consabida foto paseando con Woody Allen, que también tiene aquí su réplica de bronce, la única del mundo.



En frente, las 9 ha del Parque de San Francisco, el gran pulmón verde de la ciudad. Funciona como parque desde el siglo XIX –aunque sus orígenes se remontan cientos de años atrás– y cuenta con todos los ingredientes para atraparte durante unas horas.

Aquí tienes 127 especies de árboles, un delicado quiosco de música, el paseo de la Rosaleda, el estanque de los Patos, unos cuantos pavos reales que son todo un icono de la ciudad y, por supuesto, estatuas, estatuas. Una entrañable es la que Mauro Álvarez dedica a La Torera, una fotógrafa profesional que ofrecía sus servicios a paseantes y viajeros como tú y como yo.