Vuelve la FIO: Feria Internacional de Turismo Ornitológico en Monfragüe

Buitres leonados en el Salto del Gitano - Parque Nacional de Monfragüe
photo_camera Buitres leonados en el Salto del Gitano - Parque Nacional de Monfragüe

Alimentado por el manso cauce embalsado de los ríos Tajo y Tiétar, el Parque Nacional de Monfragüe (Cáceres) ocupa una superficie de casi 18.000 hectáreas de bosque mediterráneo, a medio camino entre Trujillo, Navalmoral de la Mata y Plasencia. Monfragüe fue, también, el primer Parque Natural extremeño y alberga una impresionante reserva de buitres leonados. Del 1 al 3 de marzo acoge la Feria Internacional de Turismo Ornitológico (FIO).

El primer Parque Natural extremeño y el último Parque Nacional español: Monfragüe. Parecería, así enunciado, el dulce sueño de cualquier ecologista convencido. Por ejemplo, uno de aquellos jóvenes entusiastas que a mediados de los setenta del pasado siglo, comandados por Suso Garzón, revolvieron Roma con Santiago para evitar la construcción de una planta de celulosa en Navalmoral de la Mata que hubiera esquilmado la Sierra de las Corchuelas y sus alrededores, buena parte de las 18.000 hectáreas que desde el año 1.979 ocuparía el espacio protegido de Monfragüe. Veintiocho años después, el 20 de mayo de 2007, el Consejo de Ministros aprobó la declaración que convertía a Monfragüe en Parque Nacional y a las 116.000 hectáreas que lo rodean en su zona periférica de protección: la carretera EX–208 atraviesa el extremo más occidental del parque y se convierte en la ruta a seguir, bien desde Trujillo o desde Navalmoral de la Mata, puertas de entrada a Monfragüe.

Hasta Villarreal de San Carlos llegan cada año miles de personas decididas a degustar un suculento banquete natural que ya resulta difícil servirse en otras partes de España. Demasiados, tal vez, para recorrer la única calle de esta aldea mandada construir en 1.784 por Carlos III como puesto de acuartelamiento para las milicias que debían vigilar la ruta entre el Puente del Cardenal y el Puerto de la Serrana, allá por donde el Tiétar corría a encontrarse con el Tajo. Un territorio salvaje, de abruptas hoces y escarpadas serranías que atravesaba la Cañada Real Trujillana, paso obligado para viajeros y rebaños y, por ello y por lo intrincado de su orografía, lugar elegido por bandoleros y forajidos para cometer sus fechorías. Casas de pizarra y una única altura, viviendas alineadas en el silencio del inmenso vacío rural extremeño, en las que luego habitaron míseros jornaleros, barqueros y pescadores de agua dulce, reconvertidas por el auge del turismo de naturaleza.

Villarreal, con sus chozos de pizarra y techumbre de escobas y jaras, antaño refugio de pastores trashumantes, representa ahora el gobierno efectivo del gran Monsfragorum de los romanos frente a erizados peñascos, largas alfombras adehesadas y, sobre todo, frente a la quietud de estaño fundido de las aguas embalsadas a principios de la década de los sesenta. En Villarreal hay abierta una oficina de información y un par de centros de Interpretación, uno del Parque y otro del Agua. Y desde aquí parten los tres itinerarios habilitados para los visitantes del Parque Nacional, los de La Tajadilla, el Cerro Gimio y la Umbría del Castillo.

Este último itinerario, el de mayor longitud, es el que discurre al encuentro del Tajo por el Puente del Cardenal, el espectacular paraje que ya admirara don Miguel de Unamuno en 1.909. En tiempos de sequía asoma a la vista el viejo paso mandado construir a mediados del siglo XV por Juan de Carvajal, obispo de Plasencia, para facilitar la comunicación entre las históricas villas de Trujillo y Plasencia. En su entorno trabajaron hasta no hace muchos años las barcazas que trasvasaban las mulas, carros y pasajeros, y los rebaños trashumantes, que ansiaban transitar entre ambas orillas. Cerca quedan la Fuente del Francés, construida en 1.979 como homenaje al naturalista Alain Jonson, ahogado en el río al querer rescatar un polluelo de halcón caído al agua, y la fascinación por el farallón cuarcítico de Peña Falcón, conocido popularmente por el nombre del Salto del Gitano.

Turismo Activo. Tres son las empresas de turismo activo que trabajan en el Parque Nacional. El Centro de Turismo de Naturaleza “Monfragüe Vivo” (tel. 927 45 94 75) cuenta con una dehesa privada de 600 hectáreas en explotación, con recorridos señalizados, circuitos multiaventura y un museo etnográfico. Otras dos realizan, desde Malpartida, rutas ornitológicas, descensos en piragua y kayak o recorridos a caballo y en 4x4 por el parque y su área de influencia son En-Ruta (tel. 927 40 41 13) y Monfragüe Natural (tel. 638 52 08 91).

Lejos de la herida abierta por esa enorme equivocación que consiste en devorarlo todo, frente al descomunal peñasco donde anidan buitres y cigüeñas negras, al borde de la carretera que se ciñe al cobijo de la Peña Falcón, cobra pleno sentido la declaración que en 2007 aprobó el Consejo de Ministros y que, tras el trámite de su votación por las Cortes, convertiría a Monfragüe en Parque Nacional y a las 116.000 hectáreas que lo rodean en su zona periférica de protección, asegurando la supervivencia de las especies animales que habitan entre sus peñas y espesuras. Cuenta la leyenda que en las risqueras del Salto del Gitano naufragó la princesa mora Zaida, enamorada de Alfonso VI, en las mismas agujas de piedra que hubo de salvar el capitán Boyton, en enero de 1.878, para poder concluir con éxito la travesía fluvial entre Toledo y Lisboa dejándose arrastrar por la corriente embutido en un traje de caucho inflable.

No obstante, el mejor mirador del Parque es su castillo, construido en el siglo VIII por los árabes en la crestería de la sierra. A su lado se alza la ermita de la Virgen de Monfragüe. Desde la maltrecha torre del homenaje, a un lado de la desdentada ruina, se tienden el bosque profundo, los encinares adehesados, el plácido Tajo embalsado y los horizontes de media Extremadura, con Trujillo a la cabeza. El acceso en vehículo particular hasta el castillo está prohibido: funciona un servicio de microbuses gratuito que une Villarreal de San Carlos con la fortaleza de viernes a domingo.(con salidas del Villarreal a las 10, 12, 15 y 17 h y regreso a las medias).


La cuna de los descubridores. Poco menos de cincuenta. Estos son los kilómetros, amables a la vista y el espíritu, que separan el Parque de Monfragüe y Trujillo. El aire está caliente en la Plaza Mayor de la que fuera uno de los epicentros de la aventura americana. La plaza es, sobre todo, punto de encuentro. Varios restaurantes ocupan con sus terrazas la parte más meridional, como si quisieran invitar a sus clientes al disfrute de la mejor de las postales trujillanas, la que enmarca, en primer término, la Cuesta de la Sangre, la Casa de la Cadena y la puerta de Santiago y, luego, la torre del Alfiler, y las de las iglesias de Santiago y Santa María la Mayor, el torreón del Palacio de los Chaves y, sobre todo, la estatua ecuestre de Francisco Pizarro, un bronce del conquistador gemelo al que se yergue en Lima y que fue un regalo a la ciudad del escultor norteamericano Charles Rumsey en 1.929.

Trujillo requiere tiempo y ánimo de paseante. Las esquinas de su historia conducen, entre otros, a los Reyes Católicos –que firmaron aquí el célebre tanto monta-, a Cervantes, al dintel oculto de una extinta sinagoga y hasta a un escudo del Athletic de Bilbao tallado en la piedra de la rehabilitada joya gótica de Santa María la Mayor. Un paseo en calesa puede llevar, también, hasta su robusta fortaleza medieval por la ronda de las almenas o hasta los centenarios aljibes árabes. Trujillo es un libro de epopeyas escrito en piedra. Un libro que invita al viajero a una lectura apasionada tras el baño de naturaleza pura de Monfragüe.


 

DIRECCIONES DE INTERÉS

En Villarreal de San Carlos: Centro de Recepción e Información del Parque Nacional Tel. 927 19 91 34.
 

En Trujillo: Oficina de Turismo Tel. 927 32 26 77.

Más información: Feria Internacional de Turismo Ornitológico.


 

DORMIR

Palacio Viejo de Las Corchuelas (Tel. 608 82 19 61), a medio camino entre el Salto del Gitano y Torrejón el Rubio, al mismo pie de la Sierra de Las Corchuelas, encontrarás esta finca de 360 hectáreas con una rehabilitada casona del siglo XIX. Paredes de arena y mortero, gruesos muros, suelos de pizarra, cubiertas de roble machihembrado y mucho espacio son los grandes activos de esta casa rural. Dan cenas por encargo. Ideal si andas buscando un rincón en el que perderte de todo ruido. Desde 98 €.

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